domingo, 26 de janeiro de 2014

PILARES DO MUNDO CIVILIZADO

Túpac Amaru II e Zumbi mereciam um lugar ao lado dos grandes navegadores. No entanto, os seus nomes não vêm nos manuais. O primeiro foi, como aqui se diz, «um caudilho indígena líder da maior rebelião anticolonial que se deu na América durante o século XVII». À chegada dos espanhóis, o império inca estendia-se por um vasto território que compreende hoje países como o Peru, a Bolívia e o Equador, parte da Colômbia e do Chile, até ao norte da Argentina e à selva brasileira. Nuestros hermanos arrasaram esta ancestral civilização. Os índios foram transformados no «combustível do sistema produtivo colonial» (Darcy Ribeiro), atirados para as minas de ouro e de prata onde trabalhavam até a morte os libertar. Em 1781, Túpac Amaru II, descendente do imperador com o mesmo nome que os espanhóis haviam executado no século XVI, encabeçou um movimento revolucionário que pretendia libertar os escravos, acabar com a exploração de mão-de-obra indígena e abolir os impostos. O fim da mita (ver aqui) era um dos objectivos da revolução. Eduardo Galeano recorda os últimos dias do herói esquecido:
Al frente de sus guerrilleros, el caudillo se lanzó sobre el Cuzco. Marchaba predicando arengas: todos los que murieran bajo sus órdenes en esta guerra resuscitarían para disfrutar las felicidades y las riquezas de las que habían sido despojados por los invasores. Se sucedieron victorias y derrotas; por fin, traicionado y capturado por uno de sus jefes, Túpac Amaru fue entregado, cargado de cadenas, a los realistas. En su calabozo entró el visitador Areche para exigirle, a cambio de promesas, los nombres de los cómplices de la rebelión. Túpac Amaru le contestó com desprecio: «Aquí no hay más cómplices que tú y yo; tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte».
Túpac fue sometido a suplicio, junto com su esposa, sus hijos y sus principales partidários, en la plaza del Wacaypata, en el Cuzco. Le cortaron la lengua. Ataron sus brazos y sus piernas a cuatro caballos, para descuartizarlo, pero el cuerpo no se partió. Lo decapitaron al pie de la horca. Enviaron la cabeza a Tinta. Uno de sus brazos fue a Tungasuca y el outro a Carabaya. Mandaron una pierna a Santa Rosa y la outra a Livitaca. Le quemaron el torso y arrojaron las cenizas al río Watanay. Se recomendó que fuero extinguida toda su descendencia, hasta el cuarto grado. (Las Venas Abiertas de América Latina, p. 66)
Mais a norte, sob regência portuguesa, Zumbi tornou-se conhecido ao liderar o movimento de resistência do Quilombo dos Palmares. Situado no nordeste brasileiro, este reinado independente habitado por escravos fugidos das fazendas de açúcar tinha uma área próxima à do território português actual. Diversas investidas, tanto por parte de holandeses como dos portugueses, tentaram derrubar aquela espécie de estado tribal. Zumbi deu seguimento à resistência de Ganga Zumba até ao dia 20 de Novembro de 1695.
La abundancia de alimentos de Palmares contrastaba com las penurias que, en plena prosperidad, padecían las zonas azucareras del litoral. Los esclavos que habían conquistado la libertad la defendían con habilidad y coraje porque compartían sus frutos: la propiedad de la tierra era comunitária y no circulaba el dinero en el estado negro. «No figura en la historia universal ninguna rebelión de esclavos tan prolongada como la de Palmares. La de Espartaco, que conmovió el sistema esclavista más importante de la antigüedad, duró dieciocho meses» (Décio de Freitas). Para la batalla final, la corona portuguesa movilizó el mayor ejército conocido hasta la muy posterior independencia de Brasil. No menos de diez mil personas defendieron la última fortaleza de Palmares; los sobrevivientes fueron degolados, arrojados a los precipícios o vendidos a los mercaderes de Río de Janeiro y Buenos Aires. Dos años después, el jefe Zumbi, a quien los esclavos consideraban inmortal, no pudo escapar a una traición. Lo acorralaron en la selva y le cortaron la cabeza. Pero las rebeliones continuaron. No passaria mucho tiempo antes de que el capitán Bartolomeu Bueno Do Prado regresara del río das Mortes com sus trofeos de la victoria contra una nueva sublevación de esclavos. Traía tres mil novecientos pares de orejas en las alforjas de los caballos.


Eduardo Galeano, in Las Venas Abiertas de América Latina, Siglo Veintiuno Editores, 2010, pp- 113-114.

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